RAMOS SÁINZ, M.L., 1997: La antigua manufactura de terracotas hispanorromanas (s. I a.C.-s. II d.C). Revista de Arqueología, 194, pp. 36-43.
INTRODUCCIÓN
Lamentablemente son pocas las fuentes antiguas que nos ilustran sobre este aspecto de la plástica romana, por lo que la observación directa de las piezas originales y la posterior reconstrucción de su proceso de fabricación, resultan esenciales para conocer en profundidad la labor efectuada por estos antiguos coroplastas. En la realización del estudio sobre la manufactura antigua, se esta empleando una metodología experimental a la que han recurrido pocos investigadores, dadas las dificultades que ello conlleva (duración de las pruebas, trabajo interdisciplinar, necesidad de una infraestructura adecuada, etc.). Nuestros estudios se centran en resolver una serie de cuestiones planteadas que surgen de la observación directa de las piezas antiguas. Primero analizamos las terracotas originales (se rellena una ficha en la que se indica la técnica de fabricación empleada y se documenta con diversas fotos y dibujos de la pieza) y luego reproducimos su manufactura en el taller cerámico. Ahora bien reproducir la antigua manufactura de las terracotas puede tener algunos inconvenientes, debido principalmente a que la realización de las mismas no se puede llevar a cabo de igual modo que en época romana, pues partimos de supuestos actuales y de nuestra propia experiencia en ese campo, lo que puede quitar frescura a nuestro trabajo, anticipando en él opiniones preconcebidas. Además, aunque hemos intentado reproducir los antiguos métodos, nos ha faltado poder cocer en un horno del tipo de los empleados por los romanos en Hispania (de tiro vertical, llama libre y funcionamiento discontinuo, Juan, 1992, 74). Hemos suplido esta carencia con análisis de pastas, que nos han dado entre otras informaciones, documentación sobre la temperatura a la que fueron horneadas las terracotas (Vigil, García, Cala y Ramos, 1994, 430; García, Vigil y Ramos, 1992, 439).
MANUFACTURA
A continuación pasamos a describir nuestras observaciones relacionadas con la técnica empleada en la fabricación de las terracotas, tanto de uso arquitectónico como de carácter ornamental o votivo. Entendiendo por terracota, a todas aquellas piezas de arcilla cocidas a baja temperatura (no inferior a los 600º C) y sin barnizar.
Las terracotas arquitectónicas son los elementos de arcilla que decoraban el exterior de los edificios y se encontraban situadas en la zona de la techumbre y sus proximidades. Aquí trataremos exclusivamente de las antefijas (antefixium: ante = delante y figere = fijar), que por otra parte son las terracotas más abundantes y representativas de la arquitectura Hispana (Ramos, 1994 a). La antefija se compone de una placa de terracota dispuesta verticalmente con ornamentación en forma de palmeta, cabeza, etc. que servía para ocultar el extremo de una hilera de tejas. Todas estas piezas se fabricaban con molde simple (univalvo); sólo hemos hallado dos casos en los que se modelaron a mano, nos referimos a una antefija hallada en la villa de Río Seco de los Quintanares en Soria, y al tocado de pámpanos de un sileno procedente de Tarraco. Con respecto a las figuritas de terracota, decir que su proceso de fabricación es más complejo que las arquitectónicas y que por lo común fueron realizadas a molde, aunque existen diversos ejemplos de su modelado a mano, tal es el caso de las procedentes de Mérida. Por lo general se empleo un molde múltiple de dos valvas, pero también los hay de una sola, o hasta de seis o más valvas diferentes.
CREACIÓN DEL PROTOTIPO
El primer paso necesario para la elaboración de las terracotas consiste en la creación del arquetipo (del griego archaios= antiguo). Lo más usual es que el arquetipo se realizara a mano, por lo que solía tratarse de una idea original inspirada en la iconografía predominante, o podía ser copia de otra pieza ya existente en el mercado, procediéndose entonces a la creación de un molde del que se obtendría un prototipo (protos = primero) de segunda generación, que era un poco más pequeño que su original. El arquetipo se hacía normalmente de arcilla, aunque en el caso de las figuritas de terracota que no sobrepasan los 10 cm. de altura, lo frecuente sería emplear la cera como materia indispensable para un adecuado modelado, ya que si fuera de barro, a parte de necesitar una pequeña estructura interna sobre la que se armaría la pieza, el modelado y los detalles serían excesivamente dificultosos, cosa que no sucede con la cera porque es un material más rígido que no se deshace en la mano cuando se la trabaja. Además la cera es maleable, para lo que sólo es preciso sobar con los dedos la zona que se desee modelar o emplear otra fuente de calor, como lo puede ser la llama o el agua caliente.
ELABORACIÓN DE MOLDES (VACIADO)
Una vez realizado el arquetipo podía cocerse o dejarse en crudo, dependiendo del tipo de moldes que fueran ha sacarse de él.
Hemos observado que debieron existir dos tipos de moldes: el de cerámica, de uso más generalizado, como es el caso del molde procedente de la ciudad romana de Vareia y el de creta (escayola), empleado exclusivamente en la ejecución de figuritas de terracota de gran calidad, de los que en nuestro país no quedan ejemplos. El uso de moldes de escayola está atestiguado en la reproducción de lucernas en los talleres africanos, donde se hace uso de este material desde fines del s. IV a.C, pero sobre todo es a partir del s. II a.C. cuando se populariza el molde de creta, hallándose restos de este tipo en Africa del Norte, Egipto y Tarsos (Mollard Besques, 1963, 23). Durante el período romano los artesanos que se desplazaron de una provincia a otra difundieron esta técnica, que fue conocida y empleada en casi todo el imperio romano.
Aunque no se hallan encontrado moldes de escayola, es posible reconocer si un objeto ha sido sacado de uno de estos moldes por ciertos detalles técnicos. El más común es la existencia de pequeñas protuberancias parecidas a las perlas, ocasionadas por las burbujas de aire que quedaron encerradas en las zonas de mayor relieve del modelo, normalmente en la comisura de los labios, alrededor de los ojos, entre los cabellos y en los pliegues del ropaje.
REPRODUCCIÓN (ESTAMPILLADO)
En las terracotas arquitectónicas se sabe que fueron estampilladas: primero porque todas ellas muestran las huellas de los dedos en su cara posterior, al presionar la masa arcillosa sobre el molde y segundo por el grosor de sus paredes que se asemejan a los de la teja de la que forma parte. En las figuritas realizadas con un sólo molde las características son similares a las anteriores. Las que fueron fabricadas con moldes múltiples (dos o más) muestran en su interior el arrastre de los dedos y las rebabas sobrantes de la barbotina empleada en muchos casos para unir las valvas.
Una vez extraída la pieza del molde se deja secar y cuando se encuentra a la dureza del cuero se procede al retoque de juntas, retexturado y unión de las diferentes piezas. Se ha observado, en el empleo de los moldes múltiples, que las figuritas precisaban un retoque de juntas para disimular las rebabas propias de la unión de las valvas. Además en este tipo de objetos es frecuente que se realice un retexturado de la superficie, lo que consiste en retocar los detalles que no hayan salido con precisión o se hayan perdido durante el proceso de desmoldeado. A veces se aplica un acabado concreto (rayado, punteado y otros) a determinadas partes de la terracota (cabello, vestimenta, etc.), mejorando así su calidad artística.
En las terracotas arquitectónicas se aprecia el retexturado en casos muy específicos (Ramos, 1996, 50), no siendo una labor habitual de su manufactura. Ahora bien lo que normalmente se hace en las antefijas es alisar su cara posterior por medio de los dedos o una espátula, al objeto de poder unir la teja por este lugar.
Tras el retoque de juntas o el retexturado se procede a la unión de las piezas añadidas, tratamiento que se efectúa de la siguiente manera: una vez rayadas (por medio de espátulas, punzones, gradinas etc.) o digitadas las zonas de contacto, se procede a crear una barbotina que sirve de adherente y que se aplica directamente sobre éstas, luego simplemente se juntan las partes a unir. En el caso de la cohesión de piezas más pesadas, además de lo descrito se emplea un rollo de arcilla que sirve de ligamento y refuerzo. Este se coloca por encima y por debajo de la unión del ímbrice (Ramos, 1993, 440).
Antes de cocer las terracotas, es preciso que estas permanezcan expuestas al aire para que se sequen previamente. Para ello es necesario que las piezas permanezcan primero secándose en el molde el tiempo preciso para que la arcilla deshidratada pueda extraerse fácilmente sin sufrir deformaciones. Por lo que es conveniente que se encuentren en un lugar bien aireado y sombreado para evitar la acción directa del sol, lo que puede precipitar un secado poco homogéneo en el que se endurezcan las capas superficiales, dejando tiernas las más profundas.
El tratamiento de secado debe ser muy lento, especialmente en la primera fase, pues la cantidad de agua contenida en la pieza es aún excesiva y si se hace demasiado rápido existe el riesgo de distorsiones, roturas y la separación de las partes añadidas.
Una vez desmoldeada la pieza habrá de depositarse sobre una superficie elástica que le permita un secado gradual, lo que evitara roturas y resquebrajamientos innecesarios. Por ello es conveniente dejar secar las piezas sobre un lienzo de tela , una madera o cualquier otra superficie dinámica que permita ligeras oscilaciones de la masa arcillosa en su pérdida gradual de agua.
El proceso de cocción en las terracotas analizadas consta de dos horneados sucesivos, el primero al que se denomina ceramizado es realizado a una temperatura inferior a los 1000º C (Ramos, Vigil y García, 1990, 127) y se lleva a cabo una vez que a la pieza se le sueldan las partes añadidas, bien fueran los ímbrices en el caso de las antefijas, bien la cabeza, brazos, u otros complementos (alas, coronas, palmas, etc.), en el caso de las figuritas.
La segunda cocción a la que llamamos cochura, consiste básicamente en una cocción a baja temperatura que se realiza después de haber aplicado el fondo sobre las piezas. En la cochura no se sobrepasan los 600º C.
La aplicación del fondo sirve para cubrir los poros de la arcilla aclarando el color de la misma, de esta forma se prepara la pieza para su posterior coloración y además se obtiene una superficie dura e impermeable. Todas las terracotas iban policromadas y para que el color resultase más vivo era necesario que el fondo fuera lo más claro posible, por eso el tono blanco es el ideal.
Hemos detectado en las terracotas que el material empleado como fondo, es una base de cal con óxido de plomo que acentúa el color blanco de ésta y sirve de adherente para que la capa de cal se fije a la pieza una vez horneada. Debido precisamente a la presencia de óxido de plomo, las terracotas se cocían a baja temperatura, ya que así se evitaba que dicho óxido se volatilizase. (García, Vigil, Ramos, 1992, 435-439). Los alfareros actuales denominan a este tipo de fondo: celuza o albayalde.
En otras terracotas, la mayoría figuritas, donde el color de la arcilla era de un ocre claro hasta el blanco, no se aplico el fondo. Y en ocasiones se detectó el empleo de la barbotina como engobe que recubría la pieza para darle un tono más claro. (Ramos, 1996, 55).
La policromía constituía el toque final previo a la comercialización de las terracotas. Esta consiste en colorear las superficies empleando una serie de colores específicos para cada caso. Por ejemplo, las antefijas de época tardorrepublicana y primera época imperial del Museo del Anticuario en Roma, están caracterizadas por mostrar un amplio repertorio de color: fondos azul claro, rojos o verdes con motivos decorativos pintados en amarillo-ocre, rojo violeta y azul oscuro (Anselmino 1977, 9). En Hispania contamos con pocos ejemplos de piezas que hayan conservado su coloración, y algunos de ellos proceden del Mérida.
Parece ser que el procedimiento empleado en la fijación de los colores, en el caso de las antefijas, de las que a penas si quedan ejemplares con restos de coloración, podría ser la técnica del encausto, que consiste en amasarlos con cera líquida. Sin embargo en las figuritas de terracota, parece que en muchos casos se emplearon colores cerámicos, es decir óxidos metálicos mezclados con fundentes que luego se sometían a una cocción para quedar fijados a la superficie de la arcilla.
CONCLUSIONES
El análisis pormenorizado de más de cuatro centenares de terracotas procedentes de las provincias Tarraconense y Lusitania, nos ha llevado a la conclusión de que es importante el trabajo experimental que venimos desarrollando, ya que son pocos los investigadores que han trabajado en esta línea , siendo en su mayoría más comunes los estudios tipológicos e iconográficos sobre dichos elementos. No hemos de olvidar que las terracotas han sido consideradas por muchos, dentro del capítulo de las artes menores, y por este mismo motivo pocos son los estudios sobre técnicas de fabricación que existen (Pottier, 1890; Vertet, 1976; Vertet, 1983; Blanchet, 1983; Nicholls, 1984; Rabeisen y Vertet, 1986; Bémont, Jealin, Lahainier, 1993). Esto hace que a menudo se repitan las mismas ideas erróneas o poco relevantes sobre su manufactura.
Por otra parte sólo conocemos a un investigador que haya podido demostrar experimentalmente estas técnicas, y ello en el campo de los vasos cerámicos, en concreto para el caso de las lucernas (Vertet, 1975). Por este motivo, es nuestro deseo seguir el estudio de la manufactura en las terracotas y poder completar así el panorama hispanorromano, evitando en lo posible que sigan circulando, al respecto, ideas preconcebidas que carezcan del suficiente respaldo científico.
Como ya comentábamos al principio, nuestros trabajos de investigación no están exentos de los riesgos propios de una mentalidad contemporánea, conocedora de la manufactura cerámica actual. Ahora bien, conscientes de todas las limitaciones que supone la reproducción de las antiguas técnicas empleadas por los coroplastas hispanorromanos, hemos querido ser cautelosos y permanecemos abiertos a nuevos conocimientos e hipótesis de trabajo, que vengan a completar lo que hasta ahora hemos podido confirmar experimentalmente.
BIBLIOGRAFÍA
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